miércoles, 12 de julio de 2017

Francisco Hurtado de Mendoza

 
Obelisco del Parque Vidal construido en 1886 a la memoria de Francisco Hurtado de Mendoza y del Padre Conyedo.

Por: Hedy Águila Zamora
El próximo 15 de julio celebramos el 328 aniversario de la fundación de Santa Clara. Fechas como estas son propicias para recordar grandes personalidades de nuestra ciudad. Sin duda recordamos a Marta Abreu como la benefactora de la villa del tamarindo, pero un siglo antes de que naciera esta destacada patriota, un joven cura ostentaba esta condición. Hoy recordamos a Francisco Hurtado de Mendoza.

Nació el 4 de octubre de 1724, hijo de Don Juan Hurtado de Mendoza y Doña María de Veitía, vecinos de la villa de Santa Clara. Desde pequeño ayudaba en la iglesia Parroquial Mayor, fue educado por el padre Juan de Conyedo, cuya línea de pensamiento y acción continuó hasta los últimos días de su vida.
Muy joven fue enviado a La Habana a realizar la carrera eclesiástica, perdió al padre y eso le afectó económicamente por lo que para poder mantenerse estudiando, su madre tuvo que acudir a la ayuda familiar y a las limosnas de los vecinos hasta que el 21 de diciembre de 1748 se ordenó sacerdote y meses antes se había graduado de Bachiller en la Universidad de San Gerónimo.
De regreso a la villa, se encargó del servicio de la parroquia como teniente sacristán mayor, cuya tarea desempeñó durante nueve años. Fue nombrado cura beneficiado el 12 de agosto de 1761 y ejerció hasta 1769 cuando renunció.
En 1766 se ocupó de terminar la obra constructiva iniciada por el Ayuntamiento para un hospital llamado San Lázaro, situado hacia el oeste, alejada del centro de la villa (1) y en 1792 mandó a construir una escuela a la que llamó Nuestra Señora de los Dolores, la que atendió con mucho esmero y cuidados y también en ese año inició la construcción del templo La Pastora que luego fue abandonado y posterior a su muerte se retomó la idea de culminar dicha construcción.
Murió el 15 de marzo de 1803, ya anciano y enfermo. Dejó testamentado que sus bienes fueran para sus familiares, para beneficio de la iglesia La Pastora y para mantener la escuela. Dio la libertad a sus esclavos a los que les dejó un solar a cada uno para que construyeran sus viviendas y mientras eso ocurriera debían continuar residiendo en su casa. Pidió, además que lo enterraran modestamente en la Parroquial Mayor.

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