Obelisco construido en la Plaza Central (actual Parque
Vidal) en 1886 a la memoria de los padres Juan de Conyedo Rodríguez y Francisco Antonio Hurtado de
Mendoza.
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Por: Hedy Águila Zamora
Nació a fines del mes de octubre de 1687,
fue bautizado el 27 de octubre de ese año por José González de la
Cruz. Fueron sus padres Juan Martín de Conyedo, natural de Asturias y
Juana Manuela Rodríguez Arciniega, natural de Remedios.
Quedó huérfano de su madre muy pequeño y
el padre se retiró a servir en la iglesia en La Habana por lo que lo
adoptaron sus abuelos el Alférez Mayor, Gaspar Rodríguez de Arciniega y
Ana Yera. Conyedo con menos de dos años de edad, estuvo entre los
remedianos que fundaron a Santa Clara, donde creció hasta que muy joven
aún marchó a la Habana a estudiar la carreara eclesiástica, con recursos
económicos muy reducidos porque solo contaba con la herencia dejada por
sus abuelos que ya habían fallecido también.
Después de ordenarse sacerdote regresó a
Santa Clara y en mayo de 1712 fue nombrado sacristán mayor interino de
la iglesia parroquial mayor. En este año abrió una escuela con lo que
inició en Santa Clara la enseñanza escolarizada.
Acometió la empresa de edificación con
mampostería y teja la ermita de Nuestra Señora de la Candelaria para
destinarla a convento de San Francisco y con sus recursos personales
adquirió la casa y el solar contiguos para ampliar la construcción y
establecer el hospital de caridad Nuestra Señora de las Angustias donde
atendía enfermos gratuitamente.
Para la reconstrucción de la iglesia
mayor, vendió en 1724 un potrerito y un tejar que poseía para apoyar en
los gastos de dicha empresa, con sus gestiones obtuvo autorización para
algunos beneficios destinados a la iglesia y que el Ayuntamiento le
concediera las ganancias de las tierras realengas de la jurisdicción.
Cinco esclavos de su propiedad trabajaron en las reconstrucciones de las
iglesias y al finalizar les dio la libertad, como les había prometido.
En mayo de 1739 por sus méritos fue
promovido a la Catedral de Santiago de Cuba, pero no recibió la
comunicación del nombramiento hasta 1741, antes de partir dejó todo
organizado con la finalidad de que sus obras pudieran seguir
funcionando, por lo que nombró a Hurtado de Mendoza y a Doña Águeda
García para que continuaran ejerciendo el magisterio y no faltara este
servicio a los niños de ambos sexos. .
Permaneció en Santiago de Cuba diez meses
porque el clima y su edad le afectaron su salud por lo que se vio
obligado a solicitar licencia del Diocesano y del Venerable Cabildo para
trasladarse a su ciudad y así lo hizo.
En 1744 comenzó la reconstrucción de la
ermita del Buenviaje y la construcción de la iglesia Nuestra Señora del
Carmen, con sus recursos personales y el apoyo de limosnas. Fue nombrado
Capellán de dicha ermita.
Estableció una escuela para niños de ambos sexos, aunque funcionaban en aulas separadas como requerían las escuelas de la época.
Ya anciano y enfermo, falleció, antes
dejo testamentado que quería que lo enterraran debajo del altar mayor en
un ataúd forrado en negro con cintas blancas, pero sus albaceas los
presbíteros, bachiller Antonio Hurtado de Mendoza y Don Lorenzo Martínez
de Avileira atendiendo a sus méritos, mandaron a forrar el ataúd con
tafetán morado guarnecido de galones de plata, y le erigieron una
sepultura en alto junto a la pared debajo del altar de San Francisco
Javier.
El acto de sepultarlo lo realizó el
presbítero Don Cayetano José Pérez de Arciniega, vicario juez
eclesiástico y abogado de las Reales Audiencias de Méjico y Santo
Domingo; concurrieron los demás sacerdotes y pueblo en general porque
Conyedo estaba considerado como “Padre espiritual de la república, su bienechor y fundador de su Iglesia“[1].
Sus bienes se distribuyeron en beneficio de sus familiares, los pobres y las iglesias.
Sus restos descansaron en la ermita El
Carmen hasta mayo de 1804, fecha que el Obispo Espada y Landa visitó a
Santa Clara y ordenó la exhumación del cuerpo de Conyedo para
trasladarlo al cementerio aledaño a la iglesia parroquial mayor, pero su
cuerpo estaba intacto con sus vestiduras por lo que Francisco del Río,
mayordomo de la iglesia en homenaje a Conyedo lo protegió en una caja
mandada a construir para esos fines y lo colocó en el depósito de los
huesos de las exhumaciones que se hacían del cementerio, hasta que en
enero de 1819 el Obispo Espada realizó la segunda visita a Santa Clara y
ordenó colocar en una fosa común todos los restos, así se perdieron en
otros traslados a otros sitios que tuvo el cementerio y hoy solamente se
recuerda a este honorable santaclareño por el obelisco que Marta Abreu
mandó a construir en la Plaza Central (actual Parque Vidal), en 1886.
Referencias Bibliográficas:
[1] González, Manuel Dionisio. Memoria histórica de Santa Clara y su jurisdicción. Imprenta Del Siglo, 1858, p 423
Obelisco construido en la Plaza Central (actual Parque Vidal) en 1886 a la memoria del Padre Conyedo.
Este artículo aparece
publicado en la Multimedia “Personalidades de Santa Clara” elaborada por
el Centro Provincial de Superación para la Cultura y la Fíliala de la
UNHIC en Villa Clara. 2016.
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