El
monumento a la cruz que ha dado nombre al puente que une la calle
Independencia con la carretera a Camajuaní, como popularmente se le
conoce, tiene antecedentes en una cruz de madera que, se cree, fuera
encontrada por los remedianos emigrantes en las inmediaciones del paso
del río que llevaba el nombre del Monte (actual Cubanicay) en el camino
al Cayo [1], cuando llegaron a estos parajes con la finalidad de fundar
un nuevo asentamiento, que hoy es la ciudad de Santa Clara, hecho
ocurrido en las inmediaciones del actual parque El Carmen, el 15 de
julio de 1689.
La cruz indicaba que allí yacían restos humanos, lo que originó una leyenda, recogida por el historiador santaclareño, Florentino Martínez en su libro Ayer de Santa Clara.
La cruz indicaba que allí yacían restos humanos, lo que originó una leyenda, recogida por el historiador santaclareño, Florentino Martínez en su libro Ayer de Santa Clara.
Cuenta
Florentino que cerca del lugar residía una familia, dueños de una
pequeña hacienda ganadera, conformada por Justo Pérez y su esposa
Manuela García, quienes tenían dos hijos: Ramón 20 años y María, 18.
Llegó un día a la hacienda un joven llamado Jacinto, contratado para
montero quien de inmediato se enamoró de María y ella, a su vez, le
correspondió. Tienen que ocultar su relación porque Jacinto no era bien
aceptado por el hermano de María a quien tuvo que enfrentar en varias
ocasiones en defensa propia, a pesar de los esfuerzos que hacía para
esquivar sus provocaciones, aunque Ramón desconocía el romance de su
hermana, él odiaba a Jacinto por envidia a sus habilidades para el
enlace del ganado.
En
uno de los altercados provocados por Ramón, Jacinto se sintió muy
confundido ante la disyuntiva que se le presentaba: el amor de María y
el odio de Ramón, debía alejarse del lugar pero temía perder a su amada,
por lo que decidió confesarle a ella su inquietud. La citó para un
lugar cerca del río, (donde ahora se haya el monumento a la cruz), pero
Ramón que lo siguió descubrió el encuentro de los enamorados. Fue tal su
indignación que, ciego de ira intentó atacar con su machete a Jacinto,
pero María se interpuso entre los dos y fue ella quien recibió el
mortífero golpe del machete. Al percatarse de tal hecho, Ramón huyó
despavorido. Jacinto lo persiguió, pero no le dio alcance y Ramón, más
tarde, regresó ante el cuerpo de su hermana, ocasión aprovechada por
Jacinto para propinarle un golpe mortal.
Cuando
hubo terminado con la vida de Ramón cavó una fosa y en ella colocó a su
novia cubierta con hojas verdes de los árboles. Una vez concluido el
acto del enterramiento colocó una rústica cruz de madera en el lugar
donde yacía su amada como una manera de sacralizar el lugar.
Esta
trágica leyenda que hoy enriquece el folklor del pueblo santaclareño
resulta muy significativa por cuanto la mencionada cruz permaneció en el
lugar, dio nombre al paso del río y después al puente construido en
1862, a pesar de que las autoridades del gobierno en la ciudad lo
llamaron oficialmente “Isabel Segunda” en honor a la reina de España,
pero la fuerza de la tradición pudo más que el interés de aquellos que
deseaban homenajear a la Soberana, y el pueblo continuó llamándole
“Puente de la Cruz” hasta el día de hoy.
El
26 de abril de 1861 en reunión ordinaria del gobierno de Santa Clara,
se dio lectura a un oficio de la comisión de obras públicas con fecha
del día anterior (25 de abril) al que adjuntaba el posible presupuesto
($165,25) para el monumento a la cruz del puente que situaría en el
lugar donde se encuentra actualmente [2]. Hay otras referencias, no
tratadas en el acta, acerca de un catalán, residente en Santa Clara,
Martín Camps Oliver que donó la cruz de mármol, traída de Barcelona por
un precio de 20 onzas de oro y colocada en el monumento. En la propia
acta se acuerda celebrar la ceremonia de bendición el día 3 de mayo a
las 5:00 de la tarde con la participación de autoridades militares,
civiles y eclesiásticas de la villa.
La
cruz permaneció allí sobre su pedestal hasta que resulto dañada por
algún indolente en el año 1921; el Doctor Pedro Camps y Camps, hijo de
Martín Camps, costeó su reposición y se reinauguró el 12 de agosto de
1922. En 1996 el ciclón “Lily”, a su paso por Santa Clara, la derribo y
en 1997 fue restaurada por motivos del remozamiento en la ciudad, en
aquellos lugares relacionados con la Batalla de Santa Clara motivados
por la llegada a la ciudad de los restos del Che y sus compañeros de
lucha Es esta que existe actualmente la tercera réplica de la cruz.
Posterior
al año de su inauguración se comenzaron a celebrar en la calle Santa
Elena, hoy Independencia [3], las fiestas de la cruz, los días 3 de mayo
de cada año, conocidas como “Verbena de la Cruz de Mayo” o “Verbena de
la calle Santa Elena”.
Estas
fiestas tuvieron su origen desde los primeros tiempos de la fundación
de la villa, Manuel Dionisio González, el primer historiador
santaclareño las recoge en su obra Memoria histórica de la villa de
Santa Clara y su jurisdicción, como las veladas que se realizaban
durante nueve noches consecutivas en el interior de una casa donde se
colocaba una cruz en un altar y se adornaba con hojas de palma y flores,
cada noche un mayordomo (anfitrión) diferente se ocupaba de patrocinar
la reunión y ofrecía bebidas y alimentos típicos. También se organizaban
juegos y otros entretenimientos, hasta que en 1761 un sacerdote
solicitó la prohibición, bajo pena de multa de diez ducados y
excomulgación debido a los excesos paganos en estas diversiones y sólo
las autorizaba en casas de personas de probada religiosidad.
A
partir de la inauguración del monumento, se abrieron al público para
realizarse en exteriores por lo que se fueron haciendo cada vez más
populares.
Las veladas retomaron el tiempo de duración de las nueve noches (desde el 3 hasta el 11 de mayo), la iniciaba Martín Camps que costeaba la fiesta y arreglos de altares y a partir de la segunda noche «se colocaban cuatro banderitas en cada una de las cuatro casas de las cuatro esquinas, cuyos moradores pasaban a ser padrinos de las Veladas»[4] los vecinos adornaban la calle con palmas y otras plantas ornamentales, ponían luminarias y colgaduras, así sucedía cada noche con una cuadra diferente hasta completar nueve, que en aquel tiempo llegaban aproximadamente, hasta el río Bélico, hacia el oeste de la ciudad.
Las veladas retomaron el tiempo de duración de las nueve noches (desde el 3 hasta el 11 de mayo), la iniciaba Martín Camps que costeaba la fiesta y arreglos de altares y a partir de la segunda noche «se colocaban cuatro banderitas en cada una de las cuatro casas de las cuatro esquinas, cuyos moradores pasaban a ser padrinos de las Veladas»[4] los vecinos adornaban la calle con palmas y otras plantas ornamentales, ponían luminarias y colgaduras, así sucedía cada noche con una cuadra diferente hasta completar nueve, que en aquel tiempo llegaban aproximadamente, hasta el río Bélico, hacia el oeste de la ciudad.
Estos
festejos, como todos los de carácter religioso, se iniciaban con una
misa, en este caso, se hacía al pie del monumento y seguidamente las
actividades recreativas en la calle Santa Elena, las que se amenizaban
con música, bailes, fuegos artificiales y otros espectáculos y
diversiones populares, los vecinos se sentaban, en familia, en las
aceras de las casas y los más jóvenes paseaban por la calle. Algunas de
estas celebraciones sirvieron de marco para la organización de ferias,
como la de 1882 que fue aprovechada por el gobierno de la villa para
recaudar fondos para impulsar la construcción del Parque, el
ayuntamiento acordó: «(...)tener ferias durante los mencionados días,
sin alterar el orden ni infringir las disposiciones superiores y con la
convicción de que solo se permitieran juegos lícitos, con más, lidias de
gallos en los días tres, cuatro y cinco del mencionado mes de mayo y
los dos últimos días de las veladas, o sea el diez y once del mencionado
mes(...).»[5] se mantuvieron funcionando todos los años hasta el
estallido de la guerra del 95, según refiere José Berenguer y Sed en su
libros Tradiciones Villaclareñas.
La
calle Santa Elena, debió su nombre, a la referida cruz situada en el
lugar donde se inicia dicha calle, producto de los vínculos legendarios
existentes entre esta santa y la Santa Cruz, símbolo del cristianismo en
el mundo.
En
época del emperador romano Constantino, se difundió a modo de noticia,
la creencia en una visión celestial, que él aseguraba, había tenido, al
observar en el cielo una cruz con un letrero resplandeciente donde se
leía: «Con este signo vencerás». A partir de ese momento, Constantino
llevó en su estandarte de guerra y en los escudos de los soldados, una
cruz. Promulgó en el año 313 el Edicto de Milán con el que cesó la
persecución que en Roma se llevaba a cabo contra el incipiente
cristianismo y declaró: «...Damos a los cristianos y a todos el poder
seguir libremente la religión que cada uno quiera.....sin preocupación
ni molestias...» [6].
Elena,
la madre de este emperador, se solidarizó con su hijo, ya muy anciana
visitó a Jerusalén, entre los años 326 ó 328, en el Monte Calvario,
lugar donde en tiempos antiguos se hacían las crucifixiones. Ordenó
excavar en el lugar señalado como el sepulcro de Jesús. En aquel tiempo
era costumbre enterrar junto al cuerpo los instrumentos de tortura, en
este caso, la cruz; a Jesús no sólo lo crucificaron sino lo vejaron y lo
humillaron por lo que en su cruz colocaron una tablilla con una
inscripción escrita con letras griegas, latinas y hebreas que decía:
“Este es el Rey de los judíos” [7] y lo colocaron entre dos reos para
dar la imagen de que se trataba de un vulgar delincuente. En las
excavaciones ordenadas por Elena aparecieron las cruces y la tablilla
mencionada se encontró desprendida y lejos por lo que no se podía
determinar a cuál de las tres cruces pertenecía. Macarios, patriarca de
Jerusalén ordenó someter las cruces a una prueba de “hacer milagros”,
una de ellas consistió en llevar una mujer enferma de muerte a tocar las
tres cruces, aquella que la curó fue la escogida para ser venerada. A
partir de ese momento, por orden del emperador Constantino, a petición
de su madre Elena, la cruz dejó de ser el instrumento de tortura para
los reos condenados a la pena de muerte para convertirse en el símbolo
del cristianismo en el mundo.
De
estas tradiciones se infiere la riqueza histórica que guarda el
monumento a la cruz del puente y el Puente de la Cruz en Santa Clara,
sitios vinculados íntimamente a la leyenda, donde se funden los valores
del patrimonio cultural tangible e intangible que los hacen merecedores
de una mayor atención, divulgación y muy especialmente, del rescate de
estas fiestas olvidadas en el tiempo y de las que el pueblo gustosamente
volvería a disfrutar.
Notas y Citas bibliográfica
1-El camino al cayo se refiere a la salida hacia San Juan de los Remedios que también se conocía como El Cayo.
2-Acta Capitular del Cabildo de Santa Clara, 26 de abril de 1861, Tomo 23 (1860-1867): En Archivo Histórico Provincial, V. C.
3- A finales del siglo XIX, el gobierno de Santa Clara le quitó el nombre original a la calle Santa Elena para denominarla Maura, en honor a un funcionario español apellidado así. Cuando la guerra del 95, los revolucionarios en las noches le cambiaban la tablilla con el nombre de Maura por el de Independencia, por el día las autoridades la reponían, de ahí que a la caída del colonialismo español se le dejara el de Independencia.
4-Rodríguez, Rolando. Veladas de la Cruz de Mayo. Boletín Cartacuba No 22, mayo de 2001, p. 25.
5- 7mo Acuerdo del Acta Capitular del Cabildo de Santa Clara del 18 de abril, 1882.
6- Morales Mustelier, Osvaldo. Historia de la Iglesia, Instituto Pastoral “Pérez Serante”, Santiago de Cuba, 1996. p. 16
7- San Lucas. V. 23 El Nuevo Testamento.
Este artículo esta publicado en la Revista Amanecer No 61 Año XI. Mayo-junio /2005
1-El camino al cayo se refiere a la salida hacia San Juan de los Remedios que también se conocía como El Cayo.
2-Acta Capitular del Cabildo de Santa Clara, 26 de abril de 1861, Tomo 23 (1860-1867): En Archivo Histórico Provincial, V. C.
3- A finales del siglo XIX, el gobierno de Santa Clara le quitó el nombre original a la calle Santa Elena para denominarla Maura, en honor a un funcionario español apellidado así. Cuando la guerra del 95, los revolucionarios en las noches le cambiaban la tablilla con el nombre de Maura por el de Independencia, por el día las autoridades la reponían, de ahí que a la caída del colonialismo español se le dejara el de Independencia.
4-Rodríguez, Rolando. Veladas de la Cruz de Mayo. Boletín Cartacuba No 22, mayo de 2001, p. 25.
5- 7mo Acuerdo del Acta Capitular del Cabildo de Santa Clara del 18 de abril, 1882.
6- Morales Mustelier, Osvaldo. Historia de la Iglesia, Instituto Pastoral “Pérez Serante”, Santiago de Cuba, 1996. p. 16
7- San Lucas. V. 23 El Nuevo Testamento.
Este artículo esta publicado en la Revista Amanecer No 61 Año XI. Mayo-junio /2005
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